A 33.000 pies de altura


"A 33.000 pies de altura
todo se vuelve
necesariamente volátil
y ligero.

El tiempo
se instala
entre los huequecitos
que le cede el aire,
por cada dos moléculas
de oxígeno,
una milésima de segundo
estático
que por un momento
parece volverse
eternidad.

A 700 km/h
el tiempo salta
de los relojes,
arrancándole los segundos
al minutero
sin trampa ni cartón.

En el aire
la visceralidad
dinamita el subconsciente,
los sentimientos
se vuelven tangibles
y los recuerdos
te parten en dos"


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