CALAMARO

Los aeropuertos son lugares extraños donde pasan cosas increíbles.

El sábado, a mi vuelta de Buenos Aires, conocí en el avión a un tipo agentino super simpático. Viajaba junto a unos amigos, con pinta de rockanroleros, camisetas negras, pelos largos...

Me llamó la atención su camiseta, del festival de música LUNALUNERA que cada año se celebra en Sos Del Rey Católico. Había estado, confesó. Vacilamos. Aposté porque eran fans de Calamaro y volaban tras su ídolo que el domingo tocaba en Santiago junto al mío, FITO.

"Yo también estaré allí" -pensé-y miré por la ventana para no perder detalle del paisaje.

Al bajar del avión volvimos a encontrarnos en la sala de recogida del equipaje.Me preguntó que que hacia aquí, en Santiago. Le contesté. Me dijo que llevaba 18 años viviendo en Madrid y entonces fui yo quien le preguntó que a que se debía su viaje.Estaba de gira. No pude evitar preguntarle que cual era su grupo y me contestó que tocaba con CALAMARO, era el teclado.

Hacía un momento hubiera jurado que CALAMARO había paseado junto a mí por aquel pasillo estrecho y acristalado, pero creí en la ilusión, me creí una ilusa de mis propias ilusiones y desconfié de mis sentidos.

Era él - me dijo- e inmediatamente hizo una seña, como para que mirara. Y allí estaba él, esperando entre un montón de gente su turno para pasar por el detector.

CALAMARO estaba en mi avión,
en mi luna,
en mi sol,
ANDRÉS el humano,
CALAMARO el DIOS.